LA POLÍTICA DEL ESPACIO EN EL MEDIO RURAL
La idea de zoon politikon irrumpe mi pensamiento durante la lectura del capítulo “Reflexiones sobre la política del espacio” en Espacio y política (1980) de Henri Lefebvre. La idea del ser humano como animal político resulta de grandísimo interés. Lefebvre lo reafirma y, además, lo lleva al espacio. El espacio es política y la política del espacio. Esa es la idea principal con la que Lefebvre filosofa, y por supuesto, con la que politiza.
Querría, y me tomo la licencia de reflexionar en torno a la idea mencionada de Lefebvre: el espacio politizado. No obstante, en lugar de hacerlo de manera general lo llevaré a la concreción del mundo rural y las mujeres. Esta tesis, mundo rural y mujeres, la reflexiono, pero especialmente la vivo y la observo, y encuentro muchos puntos en común con las ideas de Lefebvre. El espacio se politiza, se construye una identidad en torno a un grupo concreto, en un lugar concreto y eso acaba llevando a unas estrategias y políticas concretas. En este ensayo reflexionaré en torno a esas estrategias y políticas del medio rural desde la perspectiva de la mujer, de la mano de las ideas de Lefebvre. Querría reflexionar sus ideas en el presente, en el ahora y en nuestro hoy: el de las mujeres que habitamos y politizamos en el medio rural.
La naturaleza: un espacio
El espacio se compone de tierra y aire, y en él se construyen ciudades, metrópolis y urbes, y quedan a las afueras, entre el aislamiento y el abandono, cerca de estas, los barrios marginales, concretamente, marginados, y lejos de las mismas, el medio rural, como si este último fuese parte de otro mundo, de otra realidad y de otra política del espacio. De este modo, reflexionar en torno al medio rural comienza a tornarse paradójico, puesto que desde el centro de las ciudades, el medio rural no dispone de validez para hacerlo. La cultura, aquella más intelectual y no la que hace un tiempo se ha puesto en marcha, como por ejemplo, el pensamiento ecológico, no se concibe como parte del mundo rural. No, incido en esa cultura ligada al arte, a la literatura, a la cultura que habita en las grandes ciudades. ¿Cómo hablar del medio rural desde la ciudad? Hannah Arendt en La conquista del espacio y la estatura del hombre (1996) apunta que “ideas como vida, hombre, ciencia o conocimiento son precientíficas por definición, y la cuestión es si el verdadero desarrollo científico que ha llevado a la conquista del espacio terrestre y a la invasión del espacio estelar ha cambiado o no esas ideas hasta el punto de que ya no tengan sentido”. Arendt ensaya en torno al sentido propio de reflexionar, tras el avance vertiginoso de la ciencia, ¿tiene sentido seguir pensando en la vida o el conocimiento? Pienso que Arendt querría responder sí, y esperándome la misma respuesta sería interesante cuestionar si, al igual que Arendt plantea, ¿en un mundo tan urbanizado y centralizado, tienen sentido las ideas como medio o mundo rural?
El propio Lefebvre se acerca a él en su libro y nombra y ejemplifica la naturaleza. Apunta que “la naturaleza era considerada como una suerte de símbolo poético, negligible o relegado a segundo término (…). Ahora bien, de pronto se cae en la cuenta de que al estar sojuzgada, aparece devastada, en trance de aniquilamiento, y amenazando de paso a la especie humana, todavía estrechamente ligada a la naturaleza, con verse arrastrada a su vez hacia el aniquilamiento” (Lefebvre, 1980:49). Entonces Lefebvre saca a colación la necesidad de una estrategia, y tras esta, la prueba de, en sus propias palabras “la naturaleza politizada”, y esto lo lleva “a una doble crítica, la crítica de derechas y la crítica de izquierdas” (Lefebvre, 1980:50). Me centro así, en esa crítica de izquierdas y en la crítica del espacio de la naturaleza desde el medio rural. En efecto, como ha quedado patente, el espacio habitado por las personas establece una serie de estrategias y estas lo llevan a la politización del mismo. Sin embargo, ¿cuáles son estas estrategias dentro del mundo rural? ¿Cuál es la crítica de izquierdas a este espacio rural?
Si en efecto, el espacio es politizado, será necesario desgranar la implicación que tiene el espacio en nuestra vida, para ello, tendré en cuenta las variables: ciudad-campo, centralización, cultura y género.
Ciudad - Campo
Actualmente, centrándonos en el estado español, parece que cohabitan dos mundos: la ciudad y el campo. La existencia de estos dos espacios, diferentes sí, pero también desiguales, ya que se posiciona a este último por debajo de la ciudad. Y esta desigualdad lleva, en la mayoría de las ocasiones, a pensar en estrategias para el medio rural desde la ciudad, es decir, desde el paternalismo e incluso la falsa idealización y romantizando la vida de campo, provocando el efecto contrario: el campo es un espacio de paso, para el fin de semana, de descanso, es respiro, es lo que todos querrían, pero que realmente no querrán. Y esto lleva a un gran abandono y desconocimiento y alejamiento de todo lo natural. Siguiendo la línea de Lefebvre, la derecha, y su crítica, se muestra nostálgica, por un lado, añorando la caza y defendiendo la ganadería. Por otro lado, defendiendo los sistemas de ganadería intensiva, llevando a una industrialización cárnica extrema, a un consumo desmedido. La crítica de izquierdas, por su parte, se muestra más humana con los animales, y promueve la ganadería extensiva, sistemas menos dañinos y más ecológicos y respetuosos con el medio ambiente, pudiendo llegar al pensamiento antiespecista y al veganismo. Pero, ¿cómo plantear estas estrategias desde la ciudad? ¿Cómo se puede hablar del medio rural sin vivir en él? ¿Cómo se puede conceptualizar en torno al medio rural mientras las políticas que se aplican los lleva a la destrucción? María Sánchez, veterinaria de campo y escritora andaluza señala con gran claridad en su libro Tierra de mujeres que “los habitantes de los pueblos son ciudadanos de segunda. Desde las ciudades hemos visto como algo normal que la gente de nuestros pueblos no tenga el mismo acceso a los servicios básicos. Sanidad, educación, cultura, infraestructuras. A los que, a pesar de todo, se quieren quedar, los hemos dejado solos (Sánchez, 2019:54).
Centralización
En efecto, el espacio rural está politizado, y politizado desde la ciudad, desde el centro y mientras este intenta buscar estrategias lo suma en un asfixiante abandono, y la desigualdad entre el campo y la ciudad se hace más evidente. Querría comenzar a hablar de esta centralización desde dos citas de Lefebvre y Sánchez. Empezaré con algunas de las últimas palabras de Lefebvre del capítulo mencionado. “Podría presentarse el día en que dichas desigualdades se viesen agravadas de forma concertada, es decir, aprovechadas por el poder central. Si así sucediera, ocurriría algo de suma gravedad: una suerte de traslación del colonialismo hacia dentro de la metrópoli, un semicolonialismo de las regiones y zonas escasamente desarrolladas con respecto a los núcleos de decisión” (Lefebvre, 1980:61). Lefebvre habla del París de 1980, y sus palabras pueden trasladarse y confirmarse, por ello, añado y actualizo ese pensamiento con las ideas de Sánchez sobre el centralismo. “Vivimos en un país centralista. Madrid manda. Las grandes ciudades son las que toman decisiones. Las que marcan las pautas, los ritmos. A veces parece que la vida y lo importante solo sucede en estos núcleos”. (Sánchez, 2019:67). Esta centralización, de la que Lefebvre hablaba y Sánchez señala es una realidad que está llevando a gran parte del medio rural español a su abandono, a la actualmente conocida: la España vaciada. Realmente hace falta una estrategia, una gran política para enfrentar este problema, que cuide el medio rural, lo pequeño, lo natural, seguido del comercio pequeño, el autoconsumo, que luche contra una globalización que constantemente premia la superproducción, contra un capitalismo que no deja espacio para seres de tamaño mediano y sobre todo, de tamaño pequeño, que ahoga lo público para priorizar lo privado.
En este punto estoy especialmente de acuerdo con Lefebvre, es de gran importancia recalcar la política del espacio desde la crítica de izquierdas. Necesitamos defender el medio rural y para ello necesitamos políticas que fomenten no solo una economía circular, justa y sostenible, lejos, por supuesto, de las superproducciones, sino desde todos los ámbitos, de igual importancia es promover una educación medioambiental y ecológica, acercar a la gente a lo natural, reconectarlos con los sistemas de trabajo, deshacernos del consumismo irracional. Hacen falta políticas de todas para todas: más diversas y complejas, a fin de cuentas, políticas de izquierda.
Cultura
El espacio se relaciona con la cultura pues la cultura es parte del espacio, es decir, habita en el espacio, y especialmente, en muchos casos, la cultura y el espacio están estrechamente relacionados, nutriéndose mutuamente. Como he señalado más arriba, sin extenderse demasiado en el significado y todo lo que conceptualiza la cultura, aparentemente hay una cultura dominante y esta, desde luego, no tiene ningún tipo de relación con el medio rural. A pesar de que, concibo, y me arriesgo a generalizar que, la cultura es el conjunto de mentalidades, creencias, ideologías, literaturas, expresiones populares, danzas y políticas, todo lo que envuelve la vida y las mentalidades de los sujetos. Así pues, el medio rural es parte directa de ella, sin embargo, aparece prácticamente desdibujada, aunque paradójicamente se muestra presente como inspiración en gran parte de las obras culturales predominantes o, como las señalo, en la cultura de la ciudad. El espacio rural se presenta de forma pasiva, pero no como sujeto activo. Esto lleva, por un lado, a romantizar el medio rural, y por otro lado, a no cuidar la cultura que alberga y llevándolo al margen.
La cultura del medio rural va desde todos los seres vivos que habitan en él: plantas, árboles, animales, a conocer sus nombres, su origen, su hábitat. Diferenciar y conocer los ríos, las montañas, las laderas, el clima, las diferentes épocas de cosecha, las semillas, las herramientas de trabajo. Cuidar todas las palabras que a cada momento desaparecen, las lenguas que habitan en el medio rural. Reconocer el pasado del que venimos, del que somos. Sin embargo, cada día es más difícil entenderlo como parte de nuestra cultura y en especial, encontrar el interés por cuidarlo. Sánchez lo expresa muy bien cuando dice que “¿cómo se escribe lo que no se valora? ¿Cómo sacar de la sombra lo que se arrincona y se deja allí como algo normal? ¿Cómo reescribirlas? ¿Cómo devolverles la voz y las palabras que siempre han tenido, pero que no ha sido escuchada ni tenida en cuenta? ¿Cómo involucrarlas en nuestra historia si en nuestro lenguaje y nuestra narrativa no han tenido cabida como protagonistas nunca?” (Sánchez, 2019:37).
Existe así, una gran diferencia cultural entre la gente que vive en el campo y los que viven en la ciudad. Un aparente desprecio a su forma de trabajar con las manos, de ensuciárselas de barro, a su forma de comunicarse y de hablar, a sus lenguas, un gran estereotipo a considerarlos paletos y analfabetos, cuando no lo son, y aquellos que lo fueran deben esa condición al absoluto abandono que sufren.
En este punto, recupero la idea de Nancy Fraser cuando apunta que si todos los sujetos somos parte de un orden social entonces es injusto que siendo parte de esa estructura seamos tratados de manera distinta (Fraser, 2012). Palabras que, además, se relacionan con las de Seyla Benhabib cuando esta puntualiza, que, además, por el mero hecho de ser humanos nos corresponden una serie de derechos irreductibles que deberán ser siempre asegurados (Benhabib, 2008).
Género
Teniendo en cuenta todo lo arriba mencionado, y a modo de cierre, por entender que el género es visto en este ensayo de manera transversal querría citar un poema de Maria-Mercè Marçal.
“A l’atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona,
de classe baixa i nació oprimida.
I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel”.
(Marçal, 1998:15)
Este poema resulta especialmente interesante para acabar reflexionando en torno al espacio político, ese espacio político en que, desde sus márgenes existen tres tipos de identidades: el género, la clase social y la etnia, y en muchas ocasiones, dentro de una misma persona. Reafirmando así que el poema de Marçal habla de la triple opresión que han vivido las mujeres de clase social baja y que forman parte de una cultura minorizada. La identidad de género, la clase y la etnia nacen del contraste, del enfrentamiento, de envolverse dentro de un grupo que es visto desde la comparación del otro. El yo/nosotros frente al otro. La idea de identidad es común, de pertenencia a un espacio, y es fácil que estos –género, clase, etnia- coincidan y sufran si no las mismas desigualdades, que podrían ser vivencias concretas, sí las misma estructuras desiguales, es decir, el mismo patrón, casi teórico, que lleva a dividir el mundo en, como he puntualizado, en unos y otros.
Para concluir, como el poema de Marçal indica, estas desigualdades parten del estructuralismo y no de razones naturales, y en la medida que son descendientes del estructuralismo, pueden y encuentran puntos en común, y no podríamos olvidar que esta estructura existe dentro de un espacio concreto, dentro de unas políticas concretas, de una extrema politización del espacio. Ya que, en este espacio, las culturas minorizadas, las mujeres y la gente de clase baja o rural han sido prácticamente expulsados del mismo.
Harán falta así, como Lefebvre bien indica, estrategias, y habrá que reflexionar, ensayar, conceptualizar. Habrá que repensar cómo reconstruir este espacio común, como hacerlo igualitario y cercano, cómo convertirlo más justo, social y sostenible. Como el propio Lefebvre señala en ese hoy en día de los 80 que, sin vacilaciones, traigo a estos tiempos. “Hoy en día, más que nunca, no puede haber pensamiento sin utopía. O, entonces, se contenta uno con constatar, ratificar lo que se le presenta bajo los ojos; no va más allá, se queda uno con la mirada clavada en lo real, tal como acostumbra a decirse: se es realista... ¡pero no se piensa! No hay pensamiento que no explore una posibilidad, que no trate de hallar una orientación. Ahora bien, en cuanto se soslaya el positivismo agobiador que no consiste más que en una falta de pensamiento, pronto se halla uno ante fronteras bastante difíciles de delimitar entre lo posible y lo imposible. Y, sin embargo, no existe hoy en día, especialmente en el campo que nos ocupa, no existe, repito, pensamiento alguno que no esté acompañado de una utopía”.
Bibliografía
Arendt, Hannah. (1996). La conquista del espacio y la estatura del hombre en Entre el pasado y el futuro. Barcelona. Austral.
Benhabib, Seyla. (2008). Otro universalismo: Sobre la unidad y diversidad de los derechos humanos.
Fraser, Nancy. (2012) Sobre la justicia.
Lefebvre, Henri. (1980). "Reflexiones sobre la política del espacio” en Espacio y política. Barcelona.
Sánchez, María. (2019). Tierra de mujeres, una mirada íntima y familiar al mundo rural. Barcelona. Seix Barral.